El Militante.— ¿Por qué un libro sobre la izquierda comunista?
Bárbara Areal.— En la masiva producción bibliográfica sobre la revolución española y la guerra civil, los estudios dedicados a la izquierda comunista española son minoritarios, aunque hay trabajos de referencia como los de Pelai Pagès, Pierre Broué y otros, que se han tenido muy en cuenta a la hora de la redacción del texto.

El objetivo de este nuevo trabajo es, sobre todo, profundizar en las polémicas políticas que dieron carta de naturaleza a estas organizaciones, y analizar su toma de posición ante los acontecimientos esenciales de la revolución y la guerra. Tanto en el caso de la ICE como del BOC, es imposible entender su posterior convergencia en el POUM sin estudiar seriamente las posiciones de sus dirigentes, su práctica cotidiana y cómo se relacionaban con las organizaciones socialistas, anarcosindicalistas, y con el partido comunista oficial. En el estudio hemos entrado a fondo también en los vínculos de estas organizaciones con León Trotsky y la Oposición de Izquierdas Internacional.
EM.— El libro presenta una visión crítica del POUM y de Andreu Nin. ¿Acaso la represión estalinista contra esta formación no justifica las posiciones de este partido en la revolución española?
BA.— Obviamente, el martirio de Andreu Nin, su secuestro, las torturas a las que fue sometido, y su brutal asesinato a manos de un comando de la GPU, es un hecho que no sólo debe denunciarse sino entenderse como parte de la política contrarrevolucionaria que la dirección estalinizada de la Internacional Comunista llevó a cabo en suelo español. Andreu Nin, y sus camaradas del POUM, al igual que Camilo Bernieri y muchos militantes anarcosindicalistas y de otras organizaciones de la izquierda, fueron asesinados, torturados y encarcelados por denunciar la política de colaboración de clases con la burguesía republicana dictada por el estalinismo, de liquidación de las conquistas revolucionarias, de sometimiento a la estrategia de las potencias “democráticas” que pusieron en marcha la cínica política de la no intervención y que, en suma, crearon las condiciones políticas y militares para la derrota de la revolución social.
Pero estos hechos no deben nublar nuestro juicio para analizar seriamente si la política de Nin y Maurín, del POUM en Catalunya, se correspondía realmente con una posición marxista revolucionaria o no. Aunque en algunos círculos académicos de la “izquierda radical” se proyecta una idealización de la política y trayectoria de estas organizaciones y de sus dirigentes, en nuestra humilde opinión, este método no permite juzgar de una manera sobria la política de la llamada izquierda comunista y, sobre todo, impide sacar las lecciones necesarias de cara a las tareas actuales en la lucha contra el capitalismo y por la construcción de un partido revolucionario.
Nin y Maurín eran viejos conocidos desde la época en que lideraban la tendencia pro bolchevique dentro de la CNT. Su evolución política estuvo llena de desencuentros, pero también de puntos coincidentes realmente relevantes. Maurín no mostró grandes objeciones al ascenso estalinista y nunca alzó la voz contra las depuraciones de oposicionistas de izquierda. En el plano internacional era un seguidor de Bujarin, y cuando éste cayó en desgracia en 1928 tras el VI Congreso de la IC, tampoco mostró discrepancias de fondo con la política ultraizquierdista del “tercer periodo” y el “social fascismo”. Su polémica con la dirección del PCE, en concreto con Bullejos, tenía mucho que ver con sus aspiraciones de liderar el partido oficial en España. La Comintern trató durante años de encontrar un acomodo con Maurín, atraerle a sus filas, persuadirle, y no le expulsaría hasta el 3 de julio de 1931.
Andre Nin fue secretario de la Internacional Sindical Roja, y tras años de trabajo en el aparato de la Comintern en la URSS se hizo seguidor de la Oposición de Izquierda, colaborando con Trotsky y Victor Serge. A su llegada a España, los primeros núcleos de seguidores de Trotsky ya existían y se denominaban Oposición Comunista Española. Nin, que mantenía una asidua correspondencia con Trotsky, tardó tiempo en incorporarse a la tarea de construcción de la Oposición. Pensaba que retomando sus relaciones con Maurín podría influir decisivamente en éste y ganarlo para la causa. Este enfoque fue objeto de críticas por parte de Trotsky, que siempre señaló a Nin su gusto excesivo por las relaciones personales y la diplomacia, empleadas como sustituto de una firme voluntad de construcción en el movimiento real del proletariado, en sus organizaciones, desde la base, ganando pacientemente posiciones y raíces.
Una vez frustrado este primer acercamiento Nin, ya como líder de la Oposición de Izquierdas española, retomó la tarea de desarrollarla. En este periodo, que se extiende de 1932 hasta finales de 1934, Nin aceptó de palabra las posiciones programáticas de la Oposición Internacional, la caracterización de la revolución española como una revolución socialista en la que las demandas democráticas debían ligarse al derrocamiento revolucionario del capitalismo. Pero, a la hora de llevar a la práctica esta política, adoptaba más la visión de un comentarista político que la de un cuadro revolucionario que lucha por establecer una organización sólida entre la clase. Nin y sus colaboradores no fueron capaces de crear un periódico regular, locales, imprentas, ni una posición real en el movimiento sindical o en la base de las organizaciones de masas. Editaron una revista mensual, Comunismo, sin duda llena de artículos y análisis muy superiores al de las publicaciones del resto de las tendencias de la izquierda; pero la teoría debe ser una guía para la acción, para la intervención en la lucha de clases. Si no, se convierte en un cuchillo sin filo y se transforma en un ejercicio impotente.
Durante mucho tiempo sectores de la “izquierda radical” han tratado de justificar a Nin señalando la supuesta actitud intransigente de Trotsky, su “desconocimiento” de la realidad española, o su “sectarismo” incurable. En nuestra opinión, Trotsky mantuvo un método muy paciente con Nin, fue enormemente flexible y trató en todo momento de persuadirle de sus errores. Para dar a los lectores la oportunidad de comparar quién tenía una percepción más realista y certera, hemos publicado un amplio apéndice documental con los textos más sobresalientes de ambos.
En cualquier caso, las discrepancias que condujeron a la ruptura entre Trotsky y Nin estuvieron plenamente fundamentadas. Cuando la izquierda socialista se desarrolló como una tendencia de masas entre la juventud, y buscó el camino del marxismo revolucionario, Trotsky insistió a Nin y a la ICE que entraran en las JJSS y en la izquierda caballerista. La posibilidad de ganar una audiencia de cientos de miles de trabajadores y jóvenes socialistas era posible, y con ello construir un partido bolchevique. Pero Nin despreció la propuesta y mantuvo una actitud doctrinaria. Cuando Trotsky advirtió de que el estalinismo podría dotarse de una base de masas con la captación de estos sectores, Andrade respondió que el estalinismo estaba en una profunda crisis y no jugaría ningún papel relevante en la revolución. La realidad negó esta perspectiva: los estalinistas se orientaron enérgicamente a ganar a los dirigentes y a la militancia de las JJSS y de la izquierda socialista, y tuvieron un formidable éxito con la creación de la JSU. Los dirigentes de la ICE demostraron tener una idea muy equivocada de la dinámica de la revolución y la contrarrevolución, a pesar de su cercanía a los acontecimientos.
Como Lenin señaló en muchas ocasiones, el oportunismo es la otra cara del ultraizquierdismo. Los dirigentes de la ICE, que se habían opuesto vehementemente a entrar en las JJSS y en la izquierda socialista con el argumento de no “confundir banderas” y no diluirse en la “charca reformista”, no tuvieron el menor problema en firmar, en enero de 1936, el acuerdo de Frente Popular, un acuerdo de colaboración de clases; o en fusionarse con un agrupamiento como el BOC, que tenía posiciones extremadamente confusas y oportunistas en las cuestiones clave de la revolución. Estos aspectos se analizan en detalle en nuestro trabajo.
Tras el golpe militar fascista y el levantamiento de los trabajadores de Barcelona, Madrid y de otras grandes ciudades el 19 de julio, surgió el poder obrero: por todo el territorio se crearon comités revolucionarios, milicias obreras, consejos de fábrica, patrullas de control y se tomaron las tierras. Un poder que debía consolidarse y extenderse expropiando definitivamente a la burguesía y sustituyendo los restos del Estado burgués, desmoronado por los comités de obreros, soldados y campesinos. Sólo así era posible librar una guerra revolucionaria contra el fascismo y garantizar el triunfo de los trabajadores y campesinos sin tierra. Lamentablemente, el POUM que en teoría abogaba por la revolución socialista, en la práctica colaboró en la reconstrucción del estado capitalista participando en el gobierno de la Generalitat presidido por Companys. Nin, como consejero de Justicia, firmó también todos los decretos contra los comités revolucionarios, de desarme de las milicias y las patrullas, de militarización. Y, cuando los estalinistas expulsaron al POUM del gobierno catalán a finales de 1936, el POUM no supo cómo recuperarse. Su política se centró en constantes llamamientos diplomáticos a la dirección de la CNT para que aceptase un “frente proletario”, pero cuando la base cenetista se alzó en las Jornadas de Mayo de 1937 contra la ofensiva del estalinismo, y también contra sus propios dirigentes que estaban colaborando en el gobierno para liquidar las conquistas revolucionarias, Nin, Andrade, Gorkín y otros dirigentes del POUM, no proporcionaron ningún programa para que los obreros barceloneses pudieran vencer en las barricadas. Posteriormente el POUM fue liquidado y sus dirigentes asesinados, como en el caso de Nin, o encarcelados, víctimas en cualquier caso de la maquinaria represiva del estalinismo.
Con este libro tratamos de desmontar algunos mitos y centrar el estudio de la izquierda comunista en el aspecto esencial: qué política hace falta, qué táctica, qué métodos son necesarios para construir un partido revolucionario a la altura de las circunstancias históricas.