Entre la nueva ofensiva contrarrevolucionaria y la lucha de la clase obrera por completar la revolución

 

Los resultados de las elecciones a la Asamblea Nacional del 26 de Septiembre de 2010 han aumentado la inquietud que ya existía entre las bases del PSUV, la UNETE y el conjunto del movimiento revolucionario venezolano ante las contradicciones y peligros que amenazan a nuestra revolución. Aunque la mayoría de la población (y especialmente la gran mayoría de las masas obreras y populares) sigue apoyando el proceso revolucionario, sectores significativos han empezado a verse afectados por el desencanto y el escepticismo. Esto se expresa electoralmente en el incremento de la abstención y el acortamiento de la distancia entre revolución y contrarrevolución.1

 

¿Cómo evitar el avance de la  contrarrevolución?

 

En distintos materiales hemos explicado las causas de esta tendencia. Pese a la voluntad de avanzar  del Presidente Chávez —y las conquistas alcanzadas en distintos aspectos (reducción de la pobreza y pobreza extrema, freno a las privatizaciones, nacionalización de varias empresas, extensión de la salud y educación públicas…)— la revolución sigue a medio camino. Según el Banco Central de Venezuela (BCV) el sector privado representa todavía un 70% del PIB. El mantenimiento de la propiedad privada de los medios de producción y la estructura burguesa del Estado actúan como una camisa de fuerza que impide erradicar las lacras que crea el sistema capitalista: pobreza, desempleo, desigualdades sociales, extensión de la economía informal, tercerización, déficit habitacional, inseguridad, inflación, corrupción, burocratismo,… El mantenimiento de estos problemas, tras 12 años de revolución, explica que hayamos pasado de 7.300.000 votos en las presidenciales de 2006 a 5.400.000 votos en 2010.
Al elemento desorganizador de la economía que representa el mantenimiento de las formas de propiedad capitalista, se une el papel desmoralizador y contrarrevolucionario de la quinta columna burocrática enquistada en el aparato del Estado. Tanto las instituciones estatales como las empresas públicas y las nacionalizadas durante los últimos años, no están siendo gestionadas por los trabajadores sino por gerentes y funcionarios fuera del control de las masas que, aunque repiten el discurso revolucionario del Presidente, a menudo hacen lo contrario de lo que éste y el pueblo esperan, e incluso reproducen muchas prácticas cuarto-republicanas: corrupción, nepotismo, burocratismo, represión contra los sindicatos revolucionarios, vulneración de los derechos de los trabajadores…Para cambiar esta situación es imprescindible sustituir a esa quinta columna burocrática y a la estructura estatal burguesa sobre la que se sostiene por un genuino estado revolucionario dirigido por los propios trabajadores. Al mismo tiempo hay que expropiar urgentemente los principales medios de producción (los bancos, las empresas y la tierra) y ponerlos en manos de ese Estado dirigido por los trabajadores y el pueblo.
La estatización de la economía bajo administración directa de la clase obrera y los demás explotados a través del control de consejos de trabajadores y consejos comunales unificados a escala local, regional y nacional, en el que todos los voceros y cargos públicos estén obligados a rendir cuentas periódicamente de su gestión y sean elegibles y revocables en todo momento, y donde además no perciban más ingresos que los correspondientes a un trabajador cualificado, es lo único que puede garantizar una planificación democrática de la economía en función de satisfacer las necesidades sociales y erradicar el capitalismo, el burocratismo y la corrupción.
En contra de lo que suelen afirmar los reformistas —y muchos ultraizquierdistas— acerca de la inmadurez y falta de conciencia de las masas, durante estos 12 años de revolución la clase obrera y el resto de los oprimidos han dado un impresionante ejemplo de madurez, conciencia revolucionaria y disposición a completar la revolución. Su movilización entusiasta llevó al Presidente Chávez al poder. También fue la movilización popular la que derrotó el golpe y el paro patronal en 2002 y ratificó al comandante en el referéndum del 15 de agosto de 2004.  El pueblo trabajador respondió nuevamente al llamado de Hugo Chávez a romper con el capitalismo y construir el socialismo en las elecciones presidenciales de 2006. Hoy mismo, pese al sabotaje capitalista, al cínico acoso y guerra mediática organizados por los imperialistas y sus medios de comunicación, o la labor de desgaste de la burocracia, la inmensa mayoría de los trabajadores y campesinos venezolanos seguimos apoyando la revolución. Si esto no refleja un alto nivel de conciencia ¿qué refleja?


La economía venezolana ante la crisis capitalista mundial

 

La economía venezolana está siendo duramente golpeada por la crisis capitalista mundial. En 2009 el PIB cayó un 3,3%. El sector petrolero lo hizo un 10,2%  y el comercio un 13,9%. La manufactura, que aporta el 16% del PIB, se desplomó un 6,9% y la Formación Bruta de Capital Fijo (FBCF) —que mide la inversión a futuro de los capitalistas, nueva maquinaria, nuevas instalaciones,...— también retrocedió, alcanzando sólo un 8,8% cuando en años anteriores se ubicaba en cifras de dos dígitos. En 2010 las cosas no han mejorado mucho. Según el informe del BCV este año se cerró con un 1,9% de caída del PIB. Esto es más grave si tenemos en cuenta que los precios petroleros se recuperaron finalizando el año por encima de 80 dólares. Otro aspecto preocupante es que, pese a la contracción de la actividad económica, la inflación sigue altísima: entorno al 25%  (31,83% en el caso de los alimentos básicos). Durante los tres últimos años, la inflación acumulada en los alimentos y otros productos básicos supera el 100%. Esto golpea de manera especial a los más humildes, la base social de la revolución.
Los responsables de la política económica del gobierno apostaron a que la recuperación de los precios del petróleo, unida a la devaluación del bolívar, aumentaría los ingresos públicos y esto, combinado con una recuperación de la economía mundial en la que confiaban, produciría un doble efecto: por un lado, mantener el gasto social y seguir aplicando reformas sin tocar la propiedad privada de los medios de producción; por otra parte, mediante una combinación de ayudas a los empresarios privados (Fondo Bicentenario y otros), medidas de control y amenazas (multas, intervenciones e incluso expropiaciones de algunas empresas), disciplinaría al sector privado y estimularía a los empresarios a mover sus capitales de la especulación a la inversión productiva.
Tal como pronosticamos desde la Corriente Marxista Revolucionaria en varios artículos escritos a principios de 2010,2 nada de esto ha ocurrido. La diferencia entre el dólar paralelo y el oficial vuelve a moverse en niveles cercanos al momento de la devaluación y el gobierno ha tenido que acometer una nueva devaluación, eliminando el cambio de 2,60 BF para importar alimentos, medicamentos y otros productos básicos y estableciendo un cambio oficial único en 4,30 BF por dólar.  Los empresarios privados siguen dedicándose a especular y renunciando a invertir. Según el periódico financiero El Mundo, nada sospechoso de anticapitalista, los empresarios privados sólo utilizan un 52% de la capacidad productiva instalada. Por si fuera poco, la Formación Bruta de Capital Fijo alcanzó en 2010 un nuevo récord negativo: 4,8%.3 ¡Una nueva confirmación del parasitismo e incapacidad de los empresarios venezolanos y extranjeros para desarrollar el país!


El desenlace y perspectivas de la revolución siguen abiertos

 

Esta situación en la que la revolución se mantiene a medio camino se ha prolongado ya doce años, algo bastante excepcional comparado con otros procesos revolucionarios. Sin embargo, un desenlace definitivo podría demorarse aún un tiempo. La razón para ello es que la burguesía no tiene hoy por hoy fuerza suficiente para desactivar la situación revolucionaria en marcha pero al mismo tiempo la clase obrera, que es la única que tiene la capacidad para acabar con el capitalismo y mostrar al resto de los oprimidos el camino para levantar un estado revolucionario alternativo al estado burgués, carece por el momento de una dirección unificada y reconocida como tal por las masas y con un plan de acción que le permita llevar a cabo esta tarea. Como consecuencia, las perspectivas para la revolución venezolana siguen completamente abiertas y hay distintos desarrollos posibles. El resultado final dependerá de la dinámica futura de la lucha de clases, no sólo en Venezuela sino también internacionalmente.
Los sectores decisivos del imperialismo —tras ser derrotado en 2002 su ofensiva directa contra la revolución— tuvieron que cambiar de táctica por todo un período. No obstante, mantienen todas las opciones abiertas. Dada la correlación de fuerzas todavía favorable a la revolución en Venezuela y el ascenso de la movilización obrera y popular en Latinoamérica, han tenido que apostar como táctica central —al menos por ahora— por el desgaste (sabotaje económico, campaña mediática, etc.). Con ello intentan minar la moral de las masas y preparar una correlación de fuerzas más favorable. No obstante, los imperialistas nunca han abandonado de manera definitiva sus planes para intervenir de manera directa contra la revolución. En una situación de inestabilidad creciente en todo el mundo que empuja al imperialismo estadounidense a ser cada vez más agresivo, estos planes podrían ser puestos en marcha en cualquier momento si el desarrollo de la lucha de clases se lo permite y les obliga a ello.
A un sector del imperialismo, a parte de la burocracia reformista, e incluso a muchos gobiernos burgueses que se declaran aliados de Venezuela, les gustaría algún tipo de acuerdo que permitiese frenar y desactivar la situación revolucionaria de un modo relativamente tranquilo. Si la perspectiva para el capitalismo fuese un auge económico prolongado y estabilidad política y social, los sectores reformistas pro-capitalistas y la burguesía tendrían más fácil imponer una contrarrevolución “por vías democráticas”.4 Pero el capitalismo mundial vive su crisis más dramática desde 1929. Aunque esta posibilidad no puede ser descartada (ya que si la clase obrera no logra completar la revolución todo tipo de aberraciones son posibles) en su camino se alzan grandes obstáculos.
El primero y más importante es la respuesta de las masas y en particular del movimiento obrero. Por otra parte, cuando sectores de la burocracia han intentado el camino de la conciliación, no sólo las bases revolucionarias sino el propio Presidente Chávez se han opuesto frontalmente. La crisis del capitalismo reduce el margen para realizar una contrarrevolución manteniendo ciertas concesiones sociales y obliga a los capitalistas a atacar brutalmente al movimiento obrero y a éste a defenderse. Con los inevitables avances y retrocesos, la tendencia general en todo el mundo no es al desarrollo tranquilo y gradual de los procesos políticos y sociales sino a cambios bruscos y repentinos, inestabilidad económica, política y social, agudización de la lucha de clases y las contradicciones entre las distintas potencias imperialistas, es decir: revoluciones, contrarrevoluciones, guerras e intervenciones imperialistas…
En una situación revolucionaria como la venezolana esto es aún más cierto. En la medida que la clase obrera y el resto de los explotados siguen luchando por completar la revolución, y que el Presidente Chávez continúa hablando de socialismo y control obrero, acometiendo la nacionalización de distintas empresas y negándose a conciliar con la burguesía, la impaciencia entre sectores decisivos de la clase dominante aumenta. En un contexto de crisis mundial, la revolución bolivariana es un punto de referencia cada vez más peligroso. Por eso necesitan atacarla, frenarla y, si pueden, aplastarla. Lo que veremos en el próximo período no será un apaciguamiento sino una intensificación de la lucha entre revolución y contrarrevolución. La burguesía y la burocracia harán todo lo que puedan por impedir que la clase obrera y los explotados construyamos un estado obrero y una sociedad socialista. Las bases revolucionarias lucharán hasta el final y tendrán numerosas oportunidades para transformar la sociedad.


La nueva ofensiva contrarrevolucionaria y cómo derrotarla

 

Aprovechando su reciente avance en la Asamblea Nacional y en distintas alcaldías y gobernaciones en las últimas convocatorias electorales, los contrarrevolucionarios están intensificando su ofensiva en la calle y los medios de comunicación. La campaña mediática internacional también se ha agudizado. La nueva Ley Habilitante, que permite a Chávez elaborar decretos respecto a distintas necesidades sociales, es manipulada por los medios de comunicación burgueses en todo el mundo para repetir sus calumnias habituales: “dictadura, etc.” Esto es sólo la punta del iceberg. Aunque, por el momento, sus movilizaciones han fracasado, seguirán utilizando todas las contradicciones y fallas de la revolución para intentar minar el apoyo social a ésta y sacar a las calles a su base social, como hicieron en 2002. A medida que se acerquen las elecciones presidenciales de 2012 esta cínica y agresiva campaña arreciará. Pero ello incrementará también la inquietud entre las bases revolucionarias y las movilizará.
Aunque queda mucho tiempo, y hoy por hoy no parece probable que los contrarrevolucionarios consigan sus objetivos (ya que las reservas sociales de la revolución y el apoyo a Chávez siguen siendo muy grandes y se movilizarán nuevamente ante la amenaza contrarrevolucionaria), sería una grave irresponsabilidad descartar este peligro y no tomar medidas para conjurarlo. Estas medidas pasan, como ya dijimos, por llevar la revolución hasta el final acabando con el Estado burgués y la propiedad capitalista de los medios de producción. Las condiciones para hacerlo siguen siendo favorables: la movilización en la calle de las bases revolucionarias sigue siendo más fuerte y masiva que la de la reacción. Marx definió a la base de la contrarrevolución como “polvo social”. Con ello quería señalar que  si la dirección revolucionaria actúa con decisión y muestra, no en discursos sino con acciones concretas, que está dispuesta a ir hasta el final y sabe resolver los problemas del país, ese “polvo social” tiende a dispersarse. Una minoría —los más privilegiados— se quedará con la burguesía; pero los que son golpeados por el capitalismo y están más cercanos a las condiciones de vida de la clase obrera —la mayoría—, tenderán a verse arrastrados hacia el campo revolucionario. Las capas desmoralizadas del pueblo que hoy se abstienen (o, que en un porcentaje todavía pequeño han empezado a votar por la oposición) podrían ser recuperadas fácilmente para la revolución. Buena parte  de la clase media podría adoptar una postura de neutralidad o ser incluso ganada al campo revolucionario.


Los precios petroleros y las perspectivas económicas

 

Un aspecto importante para ver el ritmo y forma concreta que pueden tomar los procesos a corto y medio plazo es el de la evolución de los precios petroleros. En 2008 cayeron debajo de 45 dólares, en 2009 se recuperaron paulatinamente y han cerrado 2010 por encima de los 80 dólares. Varios analistas incluso pronostican una recuperación por encima de 100 dólares y que éste pueda mantenerse algún tiempo. La causa no es la cacareada recuperación económica mundial (que en realidad no existe, a pesar del mantenimiento por el momento del crecimiento chino), sino nuevas burbujas especulativas en el mercado de materias primas y los crecientes problemas para incrementar la extracción y refinado. De hecho, aunque los precios internacionales del petróleo venezolano casi se doblaron, el aporte final del sector petrolero al PIB ha disminuido: un 10% en 2009 y un 2,2% en 2010 según el BCV.
Aunque el ingreso petrolero está sujeto a distintos factores (algunos de gran volatilidad), es bastante posible que pueda mantenerse o incluso crecer, concediendo cierto margen al gobierno nacional para incrementar el gasto público en 2011 y 2012. El Presidente del BCV anunciaba un presupuesto expansivo, con aumento de los gastos sociales para 2011, y una previsión de crecimiento de 2,2%. Sin embargo, además de que ese crecimiento sigue siendo modesto, sería un grave error pensar que el incremento de los precios petroleros bastará para resolver los problemas del país.
De 2004 a 2008 los precios petroleros estuvieron muy altos y el PIB creció a tasas de 5,8 y hasta del 10%. La política de redistribución de la riqueza del gobierno permitió elevar el consumo de las familias. Pero ¿cuál fue la actitud de los empresarios? No sólo no incrementaron la producción sino que siguieron cerrando empresas. El número de empresas privadas en Venezuela ha pasado de más de 12.000 a mediados de los 90 a alrededor de 7.000 en 2010. La Formación Bruta de Capital cayó respecto a los 90 (aunque sin ser tan baja como hoy) y la utilización de la capacidad productiva nunca pasó de 65%.  Ello obligó al gobierno a incrementar año tras año las importaciones y elevó espectacularmente la inflación. Lo mismo vemos respecto a la actual recuperación de los precios petroleros. Aunque entre el último trimestre de 2008 y el primero de 2010 pasaron de menos de 45 dólares a casi 75, la economía no creció sino que perdió casi 9 puntos.5
La causa de que, pese a los indudables esfuerzos del gobierno, ninguno de los problemas de fondo de la economía venezolana haya sido resuelto es el parasitismo e incapacidad de los capitalistas  para desarrollar las fuerzas productivas. A ello se une un elemento de sabotaje contrarrevolucionario. El problema fundamental para ellos es la existencia de la revolución. Mientras haya revolución en Venezuela, los trabajadores exijan sus derechos y el gobierno no acceda a aplicar todas y cada una de las políticas que necesitan para incrementar su tasa de beneficios sometiendo a las masas a un ataque sin precedentes (tal como hacen otros gobiernos siguiendo los dictados de sus burguesías), los capitalistas  no invertirán. Es más: incluso en el caso de que hubiese un gobierno que cediese a todas sus demandas tampoco serían capaces de desarrollar significativamente el país. Lo vimos bajo la IV República, cuando a pesar de que los gobiernos adecos y copeyanos les ofrecían condiciones a la carta para explotar y oprimir a los trabajadores, su actitud fundamental fue dedicarse a especular, evadir capitales del país y saquear los recursos públicos.


Agudización de la lucha de clases

 

Las exigencias empresariales son claras: flexibilizar los controles de precios y cambios hasta su desaparición, eliminar las limitaciones al despido (inamovilidad laboral) y, como dicen ellos, crear “condiciones que restauren un clima de confianza adecuado para la inversión”. Esto, además de la reiterada petición de subvenciones estatales a fondo perdido, significa limitar el control e intervención del Estado, pero sobre todo acabar con la movilización de los trabajadores y los sindicatos revolucionarios. Aunque la burocracia está cediendo ya a esa presión en muchas instituciones y empresas (tercerización, reenganches que no se ejecutan, despidos arbitrarios y represión sindical, incumplimientos de contratos colectivos…), sigue sin ser suficiente para los capitalistas. Necesitan acabar con la revolución y aplastar la resistencia de la clase obrera. De ahí los asesinatos de varios trabajadores y sindicalistas en conflictos y luchas obreras a manos de sicarios pagados por la patronal y el incremento de la represión sindical. El problema es que la revolución sigue viva y la clase obrera y el pueblo no se dejarán arrebatar sin un duro combate esta oportunidad histórica, como demuestra el ejemplo de los trabajadores de MMC Automotriz (Mitsubishi) en el Estado de Anzoátegui, y otras muchas empresas.  
Esta agudización de la lucha de clases se reflejará dentro del PSUV y el movimiento bolivariano. La lucha entre reformismo y revolución ya está intensificándose. Incluso en el seno de la propia burocracia reformista surgirán divisiones a derecha e izquierda. Aunque todos los burócratas desconfían de la clase obrera y sus reivindicaciones, un sector ha estrechado más los vínculos con la burguesía, mientras otros —que podrían ser incluso mayoría— saben que una victoria contrarrevolucionaria podría ser una pesadilla no sólo para las masas sino para todo el que aparezca vinculado a la revolución. Esto es especialmente cierto en sectores como el ejército, PDVSA o la CVG. Enfrentados a una fuerte ofensiva contrarrevolucionaria es probable que tuviesen que apoyarse en la clase obrera.


La nacionalización sólo funcionará si es bajo control obrero

 

En algunas situaciones revolucionarias, gobiernos progresistas o revolucionarios que inicialmente no tenían entre sus planes nacionalizar la banca ni la mayor parte de la economía, tuvieron que hacerlo para responder a las necesidades de su base social y al sabotaje de la burguesía y el imperialismo. En casos como el de Cuba esto llevó al establecimiento de una economía nacionalizada y planificada. En revoluciones como la portuguesa o la nicaragüense se llegó a un alto grado de nacionalización de la economía pero nunca se dio el salto a una economía estatizada que rompiese con las relaciones de producción capitalista.
En una situación límite, en que la incapacidad del capitalismo venezolano para desarrollar las fuerzas productivas unida a la crisis mundial, la propia ofensiva y sabotaje de los contrarrevolucionarios, o las necesidades de las masas (o una combinación de todo ello) pusiese a la revolución entre la espada y la pared, es bastante posible que Chávez decidiese acometer una nacionalización más amplia de los medios de producción. En ese caso, incluso sectores de la dirigencia, que hoy se oponen a medidas como nacionalizar la banca o implantar el monopolio estatal del comercio exterior, podrían apoyarlas.  
De darse una dinámica semejante animaría la movilización de las masas y los marxistas, por supuesto, apoyaríamos con fuerza ese proceso de nacionalización. Sin embargo, el aspecto clave de todo esto —en caso de que se acometiese una nacionalización de sectores enteros o incluso de que se instaurase una economía nacionalizada y planificada—, es qué clase social dirige el Estado y la economía, quién está al frente de las empresas nacionalizadas, con qué métodos y objetivos. En revoluciones como la nicaragüense o la portuguesa, aunque se nacionalizó el 100% de la banca y muchas empresas, çestos nunca estuvieron ni bajo el control, ni gestionados por los trabajadores. Junto a embriones de un Estado revolucionario (Consejos, comités, etc.) que reflejaba la existencia de un doble poder temporal, se mantuvo la vieja estructura del Estado burgués y las relaciones de producción capitalista seguían siendo dominantes. El resultado fue que esa estructura burguesa sofocó los embriones de poder obrero y popular y la iniciativa de las bases mientras las leyes económicas del capitalismo se imponían definitivamente. La desmoralización que esto provocó entre sectores de las masas y la ausencia de una dirección revolucionaria al frente de la clase obrera, que permitiera corregir el rumbo, posibilitaron el triunfo de la contrarrevolución por vías democráticas.
No es posible determinar de antemano si las medidas de nacionalización que se están aplicando en Venezuela podrán llevar a una economía nacionalizada y planificada democráticamente bajo la dirección de los trabajadores o, por el contrario, se quedarán en una economía nacionalizada pero dirigida por la burocracia, o incluso en una nacionalización más o menos extensa pero manteniendo vivo el capitalismo. Esto será resuelto por el desarrollo vivo de la lucha de clases.
Incluso en caso de nacionalización de la banca, la tierra y las empresas fundamentales, la tarea central para el movimiento obrero es luchar por implantar y extender el control obrero, y que tanto la economía nacionalizada como el Estado estén dirigidos por los trabajadores. Una situación en la que se estaticen empresas, o incluso sectores económicos enteros, pero el Estado no esté administrado y controlado por los propios trabajadores a través de sus organismos democráticos, no resolvería decisivamente ningún problema y engendraría nuevas contradicciones. Se abriría una lucha entre los trabajadores y la burocracia por el control de las empresas y el Estado. Si los trabajadores no saliésemos victoriosos de esta lucha, los elementos de burocratismo que hoy vemos tenderían a incrementarse y el peligro de  desmoralización entre las masas y contrarrevolución sería muy grave. Sin embargo, antes de que esta hipótesis pueda darse, la clase obrera tendrá muchas oportunidades para tomar definitivamente el poder y construir una sociedad basada en la auténtica democracia obrera.
En la medida en que la revolución se mantiene en este punto de equilibrio inestable, parece como si todo dependiera de la voluntad de un solo hombre. El Presidente Chávez ha mostrado en repetidas ocasiones que es un revolucionario honesto y quiere avanzar hacia una sociedad libre de opresión y explotación; incluso se ha jugado la vida al plantear este objetivo. No obstante, la historia de todas las revoluciones demuestra que el objetivo de construir una nueva sociedad socialista no puede ser alcanzado por la voluntad y el esfuerzo de un solo individuo, a pesar de todas sus cualidades excepcionales. Para conocer las necesidades existentes en cada barrio o centro de trabajo y resolverlas, luchar contra los corruptos, gestionar las empresas, decidir los objetivos estratégicos de la producción, cumplir los planes revolucionarios… es imprescindible la acción colectiva de una dirección revolucionaria compuesta por cuadros surgidos de la propia clase obrera y el movimiento popular, vinculados a ésta y sometidos a su voluntad, y formados en el estudio de la teoría marxista y el desarrollo de una práctica revolucionaria.
El PSUV, el gobierno y el presidente están sometidos a presiones de clase contrapuestas. Las surgidas de las masas, y también de la crisis mundial del capitalismo, tienden a empujar hacia la izquierda. Al mismo tiempo, también existen enormes presiones cuyo objetivo es mantener la propiedad privada de los medios de producción y evitar que el capitalismo sea definitivamente derrotado. Además de la presión frontal que ejercen los imperialistas estadounidenses y europeos y la burguesía venezolana, hay otra más sutil, incluso disimulada con fraseología socialista, que ejercen desde dentro del gobierno y el Estado los burócratas reformistas, muchos asesores e incluso algunos gobiernos considerados amigos.


¿Puede ser China un modelo?

 

Tras fracasar en su búsqueda de unos empresarios patriotas dispuestos a industrializar el país, los reformistas venezolanos parecen buscarlos ahora en las burguesías de China, Rusia, Irán, en sectores de la burguesía japonesa o en la propia burguesía brasileña. El crecimiento del capitalismo chino (presentado como “socialismo de mercado”) alimenta —como ocurre también en Cuba—, las ilusiones respecto a la posibilidad de hacer coexistir la nacionalización de toda una serie de empresas y sectores con el mantenimiento de buena parte de la economía en manos de los capitalistas, obteniendo resultados positivos.
China todavía no es el principal socio comercial de Venezuela, pero la importancia de las relaciones políticas y comerciales bilaterales está incrementándose rápidamente. Aunque las exportaciones petroleras venezolanas siguen teniendo como principal destino EEUU (éste representa todavía el 41,7% frente a sólo un 4,73% de China), las exportaciones hacia Japón, India y China aumentaron un 272,01% entre 2000 y 2008. En 2000 la distribución de petróleo era 55,32% a EEUU, 35,08% a Latinoamérica y 9,61 % a otros países (entre los que destacan China, India y Japón). En 2008 era 41,70% a EEUU, 23,78 % Latinoamérica y 34,52% a otros países.6 En los últimos dos años este porcentaje ha seguido aumentando. Además, las empresas chinas están incrementando su participación en distintos sectores en Venezuela: construcción de vías férreas, planes de vivienda, y sobre todo préstamos financieros y compra de deuda
La burocracia utiliza el crecimiento económico chino para justificar sus políticas reformistas mientras fomenta ideas reaccionarias como que los trabajadores no estamos preparados “todavía” para dirigir las empresas; o achaca el fracaso de la URSS a la estatización, cuando ésta fue la que le permitió convertirse en una potencia y la causa del colapso fue precisamente que esa economía estatizada no estaba dirigida por los trabajadores sino por una casta burocrática estalinista.
Cualquier ilusión en que las burguesías china, japonesa, iraní o rusa vayan a actuar de manera diferente al resto de los capitalistas y ayudar a resolver los problemas que sufre el pueblo venezolano, está condenada al fracaso. Aunque tengan conflictos con la burguesía estadounidense por el reparto del mercado mundial, estas burguesías funcionan exactamente igual, guiadas por la búsqueda del máximo beneficio y sometiendo a los trabajadores a condiciones de explotación insoportables. Aunque la emergente burguesía china presenta su modelo como socialismo, se trata de un capitalismo puro y duro con un fuerte elemento de intervención estatal, que condena a los trabajadores a largas jornadas de trabajo y durísimas condiciones laborales mientras les niega derechos fundamentales. En varias empresas bajo dirección china o iraní ya hemos asistido a luchas de los trabajadores venezolanos exigiendo su derecho a formar sindicatos revolucionarios, protestando por la vulneración de derechos, batallando por salarios dignos o demandando participación en la toma de las decisiones, control obrero, etc. Como en el caso de la clase dominante venezolana, la movilización de los trabajadores representa una amenaza para estos capitalistas y harán todo lo posible por derrotarla.


¿Cómo llevar la revolución hasta el final?

 

La única clase que puede construir el Estado socialista y llevar la revolución hasta el final es la clase obrera. Pero incluso decir esto no es más que una abstracción, si no somos capaces de comprender qué organización y sector de la clase obrera es el que está situado en cada momento en mejores condiciones para poder desequilibrar la situación a favor de la revolución, y no somos capaces de dotarnos de un plan de acción, consignas y métodos que nos ayuden a lograrlo.  
Cuando desde distintos sectores reformistas, e incluso algunos autodenominados “marxistas” se decía que la UNETE estaba muerta, desde la CMR insistimos en que el movimiento obrero organizado y en particular la UNETE, que hoy es su expresión más desarrollada, eran (y siguen siendo) la clave  de la situación. Miles de activistas obreros ven en la UNETE su herramienta para  lograr la unidad de la clase obrera y que ésta llegue con sus propuestas al conjunto de los explotados (a las bases del PSUV y la JPSUV, al propio Chávez), y sobre todo para llevar esas propuestas a la práctica y completar la revolución. Mientras entre sectores de las masas de origen pequeñoburgués (o incluso entre capas populares atomizadas por el desempleo o la economía informal), la inquietud frente al burocratismo y los peligros que enfrenta la revolución va acompañada de cierta impotencia, entre los activistas obreros se respira indignación contra la burguesía y la quinta columna burocrática pero también la confianza en sus propias fuerzas que, por su carácter colectivo y su papel en la producción, tiende a desarrollar el proletariado. De estas fuerzas surgirá un programa acabado de lucha para completar la revolución con el triunfo del socialismo.
El éxito de la marcha convocada el 9 de noviembre por la UNETE en Caracas en defensa de la revolución, por la aplicación de leyes socialistas que lleven ésta hasta el final, es una confirmación más de ello. Por primera vez desde la división de la UNETE en 2006 el movimiento obrero se movilizaba unificadamente y agrupaba a otros sectores populares: inquilinos en lucha contra los desalojos, trabajadores de la economía informal, militantes de base del PSUV,… Si la dirección de la UNETE logra dar continuidad a esta movilización y agrupar al conjunto de la clase obrera y los sectores populares entorno a un plan de lucha que organice la toma y ocupación de las fábricas abandonadas y de los edificios y terrenos ociosos para luchar contra el sabotaje de los capitalistas y  la nueva ofensiva de la contrarrevolución y el imperialismo, mostrando el camino para erradicar la pobreza, solucionar la falta de vivienda, acabar con la inflación y elevar los salarios… es perfectamente posible derrotar los planes contrarrevolucionarios, recuperar la moral de las masas y poner a la clase obrera al frente de la revolución.
Lenin decía que muchas revoluciones han sido derrotadas por su incapacidad para transformar las grandes ideas y discursos en acción. Este es un peligro muy real hoy en Venezuela. Para combatir con éxito a los burócratas reformistas no basta con declaraciones generales a favor del socialismo, las nacionalizaciones, etc, ni con llamados genéricos a organizarse para luchar contra el burocratismo y por el control obrero. El primer paso debe ser agrupar a la vanguardia obrera organizada en la UNETE para presentar un plan de acción concreto al conjunto de la clase obrera y del movimiento revolucionario, al conjunto de los militantes del PSUV y la JPSUV (incluido el Presidente Chávez), debatirlo en todos los centros de trabajo, sindicatos, barrios, consejos comunales y patrullas del PSUV y llevarlo cuanto antes a la práctica. Este es también el mejor modo de aislar a los sectores burocráticos que querrán distorsionar cualquier propuesta revolucionaria intentando presentarla como divisionista, anti-partido, etc. y conquistar un apoyo masivo entre las bases del PSUV y del movimiento bolivariano para un programa marxista.  La victoria de la clase obrera venezolana en la lucha contra el reformismo y el burocratismo abriría la puerta a la victoria definitiva de la revolución socialista, fortalecería enormemente el apoyo a ésta y permitiría extenderla a otros países del continente.