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8 de julio de 1931


(Carta al S.I., )

 

Lo más nocivo, lo más peligroso e incluso lo más nefasto sería que los obreros catalanes, españoles o del mundo entero pensaran que nosotros nos solidarizamos con la política de la Federación Catalana, que tenemos responsabilidades con ellos o por lo menos que estamos más cerca de ellos que del grupo centrista2 Los estalinistas se esfuerzan por presentar las cosas de esta manera. Hasta ahora no hemos combatido estas patrañas con el vigor necesarios; por lo tanto, es más urgente e importante aclarar este malentendido que nos comprometería terriblemente y entorpecería el éxito de los obreros catalanes y españoles.

 Entiéndase bien, la tarea de denunciar a la Federación Catalana compete fundamentalmente a nuestros partidarios en Cataluña. Deben pronunciarse por una crítica clara, abierta, precisa, una critica que no oculte nada acerca de la política de Maurín, esa mezcla de prejuicios pequeño‑burgueses, de ignorancia, de «ciencia» provinciana y de picardía política.
 La Federación ha obtenido cerca de 10.000 votos en las elecciones a Cortes. No es mucho, pero en un período revolucionario, una organización verdaderamente revolucionaria es capaz de crecer rápidamente. Sin embargo, hay una circunstancia que aminora considerablemente el peso de esos 10.000 votos: La Federación Catalana ha obtenido menos votos en las elecciones a Cortes que en las elecciones municipales de Barcelona, el centro revolucionario por excelencia. Este dato, nimio a primera vista, tiene, como síntoma, una significación enorme. Demuestra que, mientras en los rincones más retirados del país, aún hay un aflujo, aunque débil, de obreros hacia la Federación, en Barcelona el confusionismo de Maurin no atrae a los obreros, más bien los aleja.
 Entiéndase bien, la inevitable derrota de Maciá, puede beneficiar a Maurin como fracasado de segunda fila. Sin embargo, las elecciones a Cortes han demostrado la impotencia de la actual dirección de la Federación. ¡Realmente se necesitan «talentos» muy particulares para no aumentar su influencia en Barcelona durante los tres primeros meses de la revolución!

¿Qué representa la Federación en el lenguaje de la política revolucionaria? ¿Es una organización comunista? ¿Qué tipo de organización comunista? ¿De derecha, de centro o de izquierda? No se puede dudar que los que votan por la Federación son obreros revolucionarios, comunistas en potencia. Pero no tienen ninguna idea clara en la cabeza. ¿De dónde iban a sacarla si están dirigidos por confusionistas? En condiciones semejantes, hasta los obreros más decididos y más consecuentes no pueden sino inclinarse del lado del partido oficial. Estos últimos no han obtenido en Barcelona más que 170 votos, y 1.000 en toda Cataluña. Pero no hay que creer que estos son los peores elementos. Todo lo contrario, la mayoría podrían estar con nosotros, y lo estarán cuando despleguemos nuestra bandera.

Al comienzo de la revolución de 1917, la mayoría de las organizaciones socialdemócratas aún eran comunes, e incluían en sus filas a bolcheviques, mencheviques, conciliadores, etc.3 La tendencia hacia la unificación era tan fuerte, que Stalin,en la conferencia del partido bolchevique, afinales de marzo, pocos días antes de la llegada de Lenin, se pronunció por la unificación con los mencheviques.4 Algunas organizaciones de provincias permanecieron unidas hasta la revolución de octubre. Para mí, la Federación Catalana es como una organización de este tipo, una organización sin delimitar, que engloba a futuros bolcheviques y futuros mencheviques. Esto justifica una política que tienda a provocar la diferenciación política en el seno de la Federación Catalana. El primer paso en este sentido debe ser la denuncia de la vulgaridad política del maurinismo. En este terreno es preciso actuar sin piedad. Sin embargo, la comparación entre la Federación y las organizaciones unificadas rusas exige algunas reservas de importancia. Las organizaciones unificadas no excluían ninguna agrupación socialdemócrata existente. Todos tenían derecho a luchar por sus opiniones en el seno de la organización unificada. En la Federación Catalana ocurre todo lo contrario. Aquí el «trotskismo» está colocado en el índice. Los confusionistas tienen derecho a defender sus confusiones, pero los bolcheviques‑leninistas no tienen el derecho de elevar abiertamente su voz5. De esta forma, desde el principio, esta organización unificada se priva de su ala izquierda, y por eso mismo se convierte en un bloque caótico de tendencias centristas y derechistas. El centrismo puede dirigirse tanto a la izquierda como a la derecha. El centrismo de la Federación Catalana, que durante la revolución se separa de su ala izquierda, está abocado a una bancarrota vergonzosa. La tarea de la Oposición de izquierda consiste en precipitar esta bancarrota por medio de una crítica sin piedad.

Pero hay otra circunstancia a la que hay que conceder una importancia excepcional. Oficialmente, la Federación Catalana está por la unificación de todas las organizaciones y grupos comunistas. Ciertamente, sus militantes de base desean sincera y lealmente la unidad aunque liguen a esta consigna toda clase de ilusiones. Luchamos por la unidad, porque en el marco de un partido unificado esperamos efectuar con éxito un trabajo progresivo de delimitación ideológica, sobre la base de los objetivos y las tareas, no impuestas desde fuera, sino resultantes del desarrollo de la propia revolución.

De todas maneras, luchamos por la unificación de todos los comunistas. Para nosotros la condición fundamental para la unificación es el derecho a poder luchar por nuestras propias consignas, por nuestros puntos de vista, en el marco de la organización unificada. Podemos y debemos jurar una lealtad total en esta lucha, sin embargo., la misma federación rechaza esta condición fundamental desde el principio: luchando bajo la bandera de la unidad expulsa de sus filas a los bolcheviques‑leninistas. En estas condiciones, otorgar un papel dirigente a la Federación Catalana en la lucha por la unidad del P.C. demostraría por nuestra parte, la peor de las ineptitudes. Maurín se apresuraría a tocar el primer violín en el congreso de unificación. ¿Podemos callarnos ante esta repugnante hipocresía? Al luchar contra la Oposición de izquierda, Maurín imita a la burocracia estalinista, para ganar sus favores. En realidad, dice a los estalinistas: «dadme vuestra bendición, y sobre todo vuestros subsidios y os prometo luchar contra los bolcheviques‑leninistas, no por miedo, sino por convencimiento ideológico». La actitud de Maurín hacia la unificación no es más que un chantaje a los estalinistas. Si consentimos esto, no actuaremos como revolucionarios, sino como auxiliares pasivos de un chantaje político. Debemos denunciar incansablemente el papel de Maurin, es decir, su «charlatanería» unificadora, pero sin descuidar un solo instante nuestra lucha por la unificación real de las filas comunistas., sin descuidar nuestra lucha por que las filas comunistas se alinean bajo nuestra bandera.

El trabajo de la izquierda internacional debe concentrarse,, en sus nueve décimas partes, sobre España. Es preciso disminuir todos los gastos para tener la posibilidad de editar un semanario en español, con ediciones regulares en catalán, distribuyendo al mismo tiempo panfletos en cantidad considerable.6

Es preciso ver cómo se restringen todos los gastos sin excepción para prestar la mayor ayuda posible a la Oposición española.

En mi opinión, el S.I. debe consagrar las nueve décimas partes de su actividad a los problemas de la revolución española. Sencillamente hay que olvidar que en el mundo existen tipos como Landau.7 Es preciso abandonar todas las querellas, todas las intrigas, no consagrándoles desde ahora ni un minuto. La revolución española está a la orden del día. Es preciso traducir sin tardanza los documentos más importantes y someterlos a la crítica necesaria. El próximo número del Boletín internacional debe estar enteramente dedicado a la revolución española. Por otra parte es necesario tomar toda una serie de medidas organizativas. Para esto se precisan hombres y medios. Ambos deben encontrarse.

 

No hay ni puede haber crimen mayor que perder el tiempo.

 


 

Notas

 

1 . T. 3394, The Militant, 10 de agosto de 1931, Comunismo, nº, 4, septiembre de 1931, pp. 11‑13 y en B. 0., n.º 23, agosto de 1931, pp. 14‑16. Carta al S.I. Parece que las posiciones de Trotsky respecto a Maurin no eran compartidas por todos, y no sólo en las filas de la oposición española, según nos ha confirmado Pierre Naville

2 Por «grupo centrista» se refiere al equipo estalinista que dirige el P.C.E. Sólo a partir de 1933, Trotsky reservará el epíteto de «centrista» a los grupos que se encuentran entre la II y III Internacional por una parte y el movimiento por la IV por otra: Maurín, según su opinión, será un «centrista».

3 La mayor parte de las organizaciones social‑demócratas reconstituidas antes de 1917, lo habían sido sobre una base «unitaria». Fueron muchos los que se adhirieron al partido bolchevique bajo esta situación en el mes de agosto de este año.

4 Para facilitar la unificación, Stalin proponía el 10 de abril que los bolcheviques no presentaran una plataforma política propia (Voprosy Istorfi K.P.P.S., n.º, 2, 1962, pp. 139‑140, et J. J. Marie, Stalin, pp. 57‑58).

5 Tanto por la lectura de la prensa contemporánea como por el testimonio del propio Maurín, parece que la Federación Catalana empleó más la disuasión que la expulsión. De todas formas los amigos políticos de Nin que se habían afiliado allí, no permanecieron mucho tiempo; este fue el caso sobre todo de Molins y Fábrega, Francisco de Cabo y Carlotta Durán. Nin, por su parte, habla siempre de «expulsiones».

6 Raymond Molinier, dirigente y «responsable de finanzas» de la Ligue ‑francesa, se dirigirá poco después a España para arreglar la cuestión del semanario

7 Ver nota 7, capítulo A 20

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