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24 de abril de 1931

 

El destino de la revolución española depende completamente de saber si podrá crearse durante los próximos meses un partido combativo y con autoridad en España. Esto es irrealizable con el sistema de escisiones artificiales impuestas desde fuera al movimiento. En 1917, el partido bolchevique reunió en torno a él todas las corrientes que combatían a su lado. Respetando al detalle la unidad en sus filas y la disciplina en la acción, el partido dio al mismo tiempo la posibilidad de una larga y fructuosa discusión sobre los problemas esenciales de la revolución (Conferencia de marzo, Conferencia de abril, periodo anterior a Octubre). ¿Hay otros caminos y otros métodos que permitirán a la vanguardia proletaria de España la elaboración de sus puntos de vista y convencerse firmemente de la justeza de sus opiniones, lo cual le permitirá dirigir, sola, a las masas populares en el asalto definitivo?.

Ya el hecho –lo cito como ejemplo- de que el partido oficial en la situación actual, se vea obligado a tratar a Andrés Nin como contrarrevolucionario, sólo puede llevar a una confusión monstruosa, sobre todo en las propias filas comunistas. En la confusión ideológica el partido no podrá crecer. El fracaso de la revolución española, que será inevitable si la diseminación y la debilidad de los comunistas continuasen, desembocaría casi automáticamente en la instauración de un régimen verdaderamente fascista, al estilo de Mussolini. Es inútil decir cuáles serían las consecuencias para toda Europa y para la URSS. Por otra parte, el desarrollo favorable de la revolución española en las condiciones de la crisis mundial, que está lejos de solucionarse, abriría grandiosas posibilidades.

Las profundas divergencias en una serie de problemas que conciernen a la URSS y al movimiento obrero mundial no deben impedir que se haga una tentativa honesta de frente único en la arena de la revolución española. ¡No es demasiado tarde todavía! Hay que poner fin inmediatamente a la política de escisión artificial en España, aconsejando -precisamente aconsejando y no ordenando- a todas las organizaciones comunistas españolas que convoquen lo antes posible un congreso de unificación que garantizaría a todas las tendencias, bajo condición de una disciplina obligatoria en la acción, al menos la misma libertad de crítica que gozaban en 1917 las diferentes corrientes del bolchevismo ruso, que tenían una experiencia y un temple incomparablemente superiores a los de los comunistas españoles.

No cabe duda que si el partido español oficial comprendiera la desproporción entre su debilidad y la importancia de las tareas e hiciese una tentativa seria de unificar las filas comunistas, encontraría el apoyo completo por parte de los comunistas revolucionarios que actualmente están organizados de modo separado, por causas que os son conocidas y las cuales tienen como origen, en sus nueve décimas partes, condiciones exteriores a la revolución española.

Para no crear dificultades exteriores, hago esta proposición, no en la prensa, sino por carta [No tuvo respuesta. NDE]. La marcha de los acontecimientos en España confirmará cada día más la necesidad de la unidad de las filas comunistas. La responsabilidad de la separación será, en este sentido, una responsabilidad histórica formidable.

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