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Trotsky escribió esta corta obra en octubre de 1914, desencadenada ya la Primera Guerra Mundial. El ejército alemán había invadido Bélgica y ocupaba parte de Francia, y aplicando la política del “terror” destruía ciudades enteras como Lovaina y masacraba a la población civil, especialmente en caso de oposición armada a la invasión. 

En aquellas circunstancias, cuando el capitalismo imperialista estalla, cuando la economía colapsa, cuando los estados nacionales están al límite de su supervivencia, cuando ante el proletariado se presenta la gran oportunidad histórica para pasar página, es decir, cuando el momento histórico exige organizar y ganar la batalla final, los dirigentes de los principales partidos y organizaciones de la clase obrera en Europa traicionan abierta y descaradamente los intereses de los trabajadores y se ponen al servicio de las clases dominantes y de la guerra que se prepara.
Todo fue abandonado públicamente en cuestión de días. El programa revolucionario, la doctrina marxista, el internacionalismo, la prensa obrera, etcétera. Como consecuencia de todo ello, la propia Internacional colapsa. Se derrumba el instrumento creado con tanto esfuerzo y lucha para la defensa del proletariado mundial como una clase planetaria, cuyos intereses son los mismos en todo el mundo sin distinción de fronteras, naciones, razas ni culturas, como herramienta de garantía de su carácter internacional, de sus intereses colectivos y comunes con el conjunto de los trabajadores en toda la Tierra. El lema “Proletarios de todos los países, uníos” fue sustituido por “Proletarios de todos los países, mataros en las trincheras para beneficio de los capitalistas”.
Esta fue la situación ante la que se encontraron el puñado de cuadros dirigentes que se opusieron a esta traición sin precedentes en la historia del movimiento obrero. Lenin y los bolcheviques rusos, los pocos mencheviques internacionalistas agrupados con Mártov, la corriente internacionalista del SPD liderada por Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht y Leo Jogiches, el joven Partido Socialdemócrata serbio, los socialistas holandeses de Tribune, la minoría internacionalista de los partidos socialistas de Bulgaria e Italia, James Connolly en Irlanda y Trotsky fueron, básicamente, la oposición a la corriente socialchovinista, nacional, burguesa, que abrazaron el conjunto de los partidos y dirigentes socialistas a los que se unieron la mayoría de los dirigentes sindicales de sus respectivos países.

 

‘Socialismo imperialista’

 

El libro de Trotsky comienza con un análisis de la situación de los Balcanes, donde la cuestión nacional, altamente explosiva en esta zona, fue utilizada por las grandes potencias europeas y Turquía en beneficio de sus propias aspiraciones imperialistas. Trotsky se extiende sobre la situación de Rusia, prevé que una catástrofe militar del zarismo daría lugar a un estallido revolucionario, y aborda la situación en Alemania, con una crítica muy dura a la posición del partido socialdemócrata y su teoría sobre el carácter defensivo de la guerra.
Trotsky también arremete contra la falsa teoría de “la guerra defensiva y ofensiva”, esgrimida por los aparatos socialdemócratas para justificar su capitulación, desmontando la tesis de la supuesta “defensa de la independencia nacional” con la que se pretendía engañar a los trabajadores para que se enrolaran de buena gana en los ejércitos. La guerra y la Internacional incide en cuestiones sumamente interesantes; por ejemplo, Trotsky señala que los momentos de mayor movilización militar por parte del Estado coinciden con el periodo de mayor aislamiento político del socialismo. Describe cómo la vanguardia de la clase obrera se siente en minoría y sus organizaciones quedan desbaratadas, pues el poderoso aparato militar del Estado, así como el poder concentrado del gobierno, incluida la cooperación de todos los partidos y de todas las instituciones burguesas, producen que la movilización militar despierte expectativas entre sectores sociales políticamente atrasados. La guerra abre falsamente nuevas perspectivas para los elementos más desamparados del pueblo, para los pequeños propietarios y artesanos, para los trabajadores del campo, etcétera, que en condiciones de normalidad no se alistarían nunca al ejército. Así, los corazones de estas masas, arrancadas de la miseria y la servidumbre se llenan de esperanzas confusas. Estas emociones, que en estos primeros momentos, adoptan temporalmente la forma de “borrachera patriótica”, también arrastran a grandes sectores de la clase trabajadora. Pero, asegura el autor, toda la influencia que los partidos obreros pudieran perder al comienzo de la guerra, luego se recuperaría multiplicada por dos o por tres cuando se produzca el giro inevitable en la opinión pública, tras conocerse de primera mano los horrores y verdaderos intereses de la guerra.
Trotsky plantea otra cuestión fundamental: si la movilización militar de la clase trabajadora fue también la señal para el colapso de la Internacional, si los partidos obreros se unieron a los gobiernos y a los ejércitos sin la menor protesta es porque había causas profundas, que son comunes a toda la Internacional, para que esto ocurriera. Y estas causas no hay que buscarlas en los errores individuales o en la incompetencia de los dirigentes de los partidos obreros, sino en las condiciones objetivas de la época en que nació y se desarrolló la Internacional Socialista, y que dieron lugar al desarrollo del reformismo y el revisionismo en sus filas.
Otro aspecto importante, que el autor califica como “factor que no se ha clarificado”, es la dependencia del movimiento obrero del éxito de la política imperialista del Estado, en particular en sus conflictos económicos. Así, reconoce Trotsky, los intereses inmediatos de diversos estratos del proletariado dependen directamente de los éxitos o los fracasos de las políticas exteriores de los gobiernos.
Trotsky formula el concepto de “imperialismo socialista” como la posición que ha encontrado apoyo en la socialdemocracia alemana y que ya se expresó en el Congreso de Stuttgart de la Internacional en 1907, donde la mayoría de los delegados alemanes, especialmente los sindicalistas, votaron en contra de la resolución marxista sobre la política colonial. “Negar las tendencias imperialistas en el seno de la Internacional y el inmenso papel que han desempeñado en la conducta de los partidos socialistas, es cerrar los ojos ante la evidencia”, concluye. “El reformismo socialista se ha convertido en realidad en imperialismo socialista”. Por ello, sostiene Trotsky, el proletariado sólo puede agruparse bajo la bandera del socialismo internacionalista y será todopoderoso cuando tome el camino de la revolución social.
Finalmente, el libro justifica el programa marxista de lucha por la paz frente a la guerra mundial, no sólo para salvar el patrimonio cultural y material de la humanidad, sino para conservar la energía revolucionaria del proletariado y reagrupar a las fuerzas de la clase obrera. La lucha por la paz significa situar a las fuerzas del socialismo revolucionario frente a frente con el imperialismo, proclamando: ¡Ninguna anexión, ninguna indemnización, derecho a la autodeterminación de todas las naciones, por los Estados Unidos de Europa, sin monarquías, sin ejércitos permanentes, sin castas feudales, sin diplomacia secreta! Estas consignas revolucionarias se deben unir a la lucha contra los traidores socialpatriotas de la Internacional que han explotado la influencia que conquistó el socialismo entre las masas trabajadoras para fines militaristas.
Trotsky finaliza con un alegato: “No nos sumimos en la desesperación ante el naufragio de la Internacional, esa vieja forma será barrida por la historia. La época revolucionaria creará nuevas formas de organización. Mantenemos claras nuestras ideas en medio de la infernal música de muerte. Nos sentimos la única fuerza creadora del futuro. Somos muchos más de lo que parecemos. Mañana seremos mucho más numerosos que hoy. Millones de hombres se agruparán bajo nuestra bandera, hombres que no tienen nada que perder, salvo sus cadenas”.
En definitiva, un gran texto del internacionalismo proletario.

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